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Haptonomía prenatal

HAPTONOMÍA PRENATAL
El acompañamiento prenatal

El acompañamiento prenatal no se reduce a una mera preparación para el parto.

Madre gestanteEs por ello que también se propone a las mujeres que saben por anticipado que tendrán una cesárea o un parto muy medicalizado. No es asimilable a una técnica, ni reducible a "gestos". Es una preparación para el parto, para el nacimiento y para la acogida del niño. El niño es acompañado, guiado y sostenido por su padre y su madre a lo largo de toda su vida en el regazo materno, y durante todo el tiempo de su nacimiento.

La madre descubre que gracias a la parte de su sistema nervioso que está regida por la afectividad (las vías subcorticales), puede entrar en contacto directo con su hijo, desde el interior. Puede, incluso sin poner  las manos sobre su regazo, ir activamente al reencuentro de su hijo: le da así, gracias a la distensión que este gesto simple conlleva, todas las posibilidades de responderle acercándose o alejándose, moviéndose muy despacio, meciéndose. En efecto, los tonos del diafragma y del periné materno son muy sensibles al estado afectivo de la madre: el niño discierne los más mínimos cambios y reacciona en consecuencia. Puede así aportarle la calma y la seguridad, hasta en los momentos difíciles, tanto para ella como para él. Se da cuenta de que es capaz de protegerlo, lo que es tranquilizador para ella, para el niño y para el padre. Por ello la haptonomía puede aportar un sostén precioso en los embarazos «de alto  riesgo». Y, de modo general, durante todos estos momentos en los que las cuestiones médicas y técnicas hacen pasar la relación afectiva a un segundo plano, la haptonomía puede proporcionar una ayuda muy útil y concreta a los padres y al niño.

En cada reencuentro con el acompañante, los padres descubren cómo interaccionar con su hijo poniendo en ejecución el contacto thymotáctil afectivo-confirmante* [1]. Éste proporciona a la madre un sentimiento de seguridad* y de completitud*. Es un contacto que está lleno de ternura. Este intercambio requiere un compromiso afectivo por parte de ambos padres. Es muy enriquecedor para la pareja que continúa este diálogo afectivo en el domicilio, entre las sesiones con el haptoterapeuta.
El acompañamiento es progresivo: se adapta a las fases de desarrollo del embarazo y a los acontecimientos que lo jalonan. Mostramos al padre ejercicios que le permitirán dar la comodidad a su compañera, a pesar de los cambios de silueta que causa el desarrollo del niño. Para que el padre los comprenda verdaderamente, le proponemos sentirlos a él mismo durante una sesión específica.


 Encontrarse antes del nacimiento
Así se crea una relación afectiva, ligera y profunda a la vez, feliz la mayoría de las veces, incluso en los momentos graves.
Nos damos cuenta que, mucho antes de nacer, el niño observa todo lo que puede percibir como un signo de connivencia o una llamada a jugar, a manifestarse…
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Viene para buscar el contacto de las manos si son tiernas, pero las rechaza si son demasiado pesadas o desagradan a su madre. Muy rápidamente, reconoce las voces de los que rodean a su madre y se acerca a las que le convienen. Este reconocimiento de las voces se hace primero, muy precozmente, por la percepción de las vibraciones que provocan en su espacio, sobre su piel y en sus huesos. Hacia el principio del tercer trimestre, la audición propiamente dicha se instaura y se añade a las referencias sensoriales ya establecidas. La voz del padre es muy importante porque, contrariamente a la madre la que viene siempre del mismo lugar, surge a partir de lugares diferentes. Lo mismo ocurre con la de los hermanos y hermanas. Después del nacimiento, la voz paternal - ya familiar - se revela muy tranquilizadora para el niño, lo que puede ser esencial si éste debe ser separado de su madre.

En juegos muy sutiles, el niño se mece de diferentes maneras entre las manos de sus padres, pero muy despacio y sin movimientos bruscos, lo que, como algunos temen, causaría el peligro de provocar problemas con su cordón: ¡la haptonomía no provoca problemas de cordón! Estos movimientos que evocan bailes son propios a cada niño y varían según los momentos. Ellos mismos los proponen cuando la madre está tranquila. A su manera, los niños hacen sentir a sus padres que ellos están dispuestos a comunicar. Muy pronto, las madres sienten los ritmos de su niño, sus momentos de disponibilidad o de descanso. Así, cuando el acompañamiento haptonómico es bien llevado, no hay riesgo de sobreestimulación del niño; nos adaptamos a él. Esto significa que no se le solicita desde el exterior cuando no está disponible. Esta manera de incluirlo en la vida afectiva, le da al niño, muy temprano antes de su nacimiento, el sentimiento a ser acogido y aceptado tal como es. Esta seguridad y estas invitaciones le permiten vivir momentos de intercambios en la seguridad, esenciales para el desarrollo de sí y para la maduración de todas sus facultades sensoriales e intelectuales. Así es como se fundará su autonomía, enraizada en el diálogo afectivo y la confianza en sí mismo y en el otro.


Parir y nacer
Estos dos acontecimientos tienen lugar al mismo tiempo, pero son vividos por dos personas diferentes en las que dejarán rastros diferentes. Hay que guardar siempre esto en el espíritu cuando, más tarde, se quieren comprender las relaciones padres-hijos. La madre puede haber vivido un bello parto mientras que su niño vivía un nacimiento difícil y el padre puede haber tenido mucho miedo sin que su compañera se haya dado cuenta. El niño, lo siente todo. (Cf Capítulo Acompañamiento Posnatal).

Aunque no sea reducible a una preparación para el parto, el acompañamiento favorece un nacimiento natural y una ayuda al parto. Es también precioso en el momento de las cesáreas, ayudando a la madre a estar en proximidad íntima con su hijo y guardando el sentimiento de que ella lo pone en el mundo, aunque ella sea  ayudada para esto por un equipo médico en el que ella es la aliada.

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El lazo afectivo, gracias a los cambios de tono debidos a la solicitación de las vías subcorticales, da un sentimiento de bienestar, de completitud, que se acompaña de un tono muscular muy específico - firme y flexible - y de una laxitud de los ligamentos propicia al parto, incluso si este es asistido mediante técnicas obstétricas (ventos, fórceps, cesárea, etc.).
Este estado corporal no es el resultado de una técnica o de ejercicios, es el efecto de la relación afectiva segurizante. La madre, apoyándose en su sentimiento maternal, sobrepasa sus límites habituales gracias a la relación de ayuda que le ofrece a su hijo para abrir activamente su camino hacia la salida del regazo materno. En lugar de empujar para expulsarlo fuera de sí, lo guía, abre el camino para él y lo acompaña. Nacemos sólo una vez y es un acontecimiento esencial y fundador. La madre, con la ayuda muy preciosa del padre, (o de una tercera persona) presta asistencia al niño en su progreso, incluso cuando ella sufre.

El hecho de estar centrada sobre la ayuda al niño y no sobre ella misma tiene efectos sobre el tono muscular, como dijimos, pero también sobre las secreciones hormonales de endorfinas naturales. Todo esto aminora los dolores y da fuerza para soportarlos mejor.
Tras el nacimiento, una vez la placenta ha sido expulsada, pedimos al padre (o a la tercera persona), si el estado de salud del niño lo permite, que le haga vivir su primera separación de su madre, a la que la haptonomía llama "el primer detachement" (Cf capítulo Acompañamiento Posnatal).

El haptoterapeuta debe tener en cuenta el lugar donde la mujer va a parir: en su acompañamiento, adapta lo que concierne al parto propiamente dicho a las prácticas de cada maternidad. Una mujer puede tener un parto de una manera haptonómica incluso en un lugar donde la haptonomía no es conocida; es más o menos difícil, pero esto se prepara.

La cuestión de la epidural
Oímos a veces decir que el acompañamiento haptonómico es incompatible con la anestesia epidural, lo que es falso.
Pero es cierto que las pacientes bien acompañadas experimentan menos veces su necesidad. La anestesia epidural es un gran progreso que permite a las mujeres no acabar su parto en un sufrimiento que va más allá de lo que pueden soportar. Lo que dice la haptonomía es que, por diversas razones que conciernen a la madre y al niño, la anestesia no es anodina.
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Intentamos pues ayudar a las mujeres junto a su compañero, a vivir el parto lo mejor posible, respetando la movilidad, instalándose sobre él de forma confortable y segurizante, y apoyándose en su sentimiento maternal.
Y si ellas llegan a un punto en el que ya no pueden soportar el dolor (la fatiga juega un papel importante en este momento) nosotros les aconsejamos solicitar una epidural sin sentirse culpables, ni en fracaso frente a la haptonomía o a ellas mismas. Pero nosotros pedimos entonces a los dos padres que permanezcan todavía más presentes para el niño, que puede vivir la epidural como una distancia entre su madre y él, pues el diálogo de tonos musculares se modifica. La epidural no debe causar una pérdida del lazo, esto es totalmente posible.

Haptonomía y otras aproximaciones

Es inadaptado asociar la haptonomía con aproximaciones que recurren a ejercicios o aprendizajes que pretenden modificar el tono muscular y la respiración, tales como el yoga, la sofrología y todas las técnicas respiratorias.

Éstas, solicitan principalmente al neocórtex, presentan un cierto antagonismo con haptonomía. La asociación de estas aproximaciones trabaría pues el efecto liberador de la expresión afectiva que activa específicamente centros nerviosos subcorticales. Toda atención puesta en la respiración, sobre una representación imaginaria o una visualización del niño supone un obstáculo a la relación afectiva con éste: lo sentimos a lo largo del embarazo. Y en el momento del parto, la madre se encuentra atrapada en una trampa de órdenes contradictorias que ella misma se envía, lo que complica la situación...
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Así hay que comprender las razones de estas exclusiones con el fin de tener respeto hacia las mujeres. No se trata de poner en rivalidad diferentes prácticas que tienen sus propios méritos. Es preferible ser riguroso para dejar a cada aproximación la posibilidad de dar lo mejor de sí misma. No es posible hacer mezcolanzas, aunque la idea sea seductora. Son las particularidades de nuestro sistema nervioso las que imponen este rigor...

Podemos, en pocos minutos, hacer sentir esto a la madre y al padre. Si usted tiene dudas, solicite un encuentro con un haptoterapeuta bien formado - consultando las listas del CIRDH (o de la Fundación de la Haptonomía-CIRDH) o acudiendo a personas informadas - y pídale que le haga sentir y comprender las razones de este rechazo a las mezclas.
Esto implica que el acompañamiento haptonómico del embarazo está exclusivamente reservado para los que lo desean. No podemos, ni debemos nunca imponerlo. Este compromiso afectivo de las parejas, esta necesidad de no mezclarlo con otras preparaciones para el parto no pueden convenir a todas y a todos. Es importante respetar esto y poder simplemente hablar de ello con el haptoterapeuta que los acompaña.

A veces son condiciones dramáticas las que hacen a los padres comenzar un acompañamiento, a petición de su obstetra, matrona o a petición de su psicoterapeuta. En este caso particular, vemos a personas que no tenía ningún interés por este tipo de aproximación adherirse a ella inmediatamente, pero se trata de circunstancias muy particulares.
 
Cuando las maternidades proponen una preparación que incluye la visita de los lugares donde va a tener el lugar del parto y que ofertan en sus cursos numerosas informaciones preciosas sobre sus costumbres, animamos a las mujeres a inscribirse en estos  (salvo si se trata de sofrología o de yoga). Estas sesiones les permiten a los padres conocer a las personas y los lugares y nos permiten hacerles sentir las compatibilidades o las incompatibilidades entre las diferentes aproximaciones. Hacer sentir es siempre más eficaz que explicar. Y no es bueno para nadie que las mujeres lleguen a lugares que son extraños para ellas. Esto proporciona también para el haptoterapeuta informaciones que permiten orientar su trabajo sobre el parto propiamente dicho.

Cuando no hay pareja parental
Ya se ha precisado que este acompañamiento está reservado, en principio, a los dos padres y a su hijo/a.
Si uno de los dos padres no desea participar, no debe ser contrariado en ningún caso. Cada cual tiene sus razones: éstas deben siempre respetarse incluso si no desea o no puede expresarlas. Estas razones, no siempre son conscientes, incluso cuando ellas parecen apoyarse en razonamientos lógicos bien elaborados.

Cuando es la madre la que no desea, la situación es muy simple, porque sin su participación, nada podemos hacer. A veces es una atadura muy fuerte con su profesor de yoga o su sofrólogo lo que la frena y esto debe ser absolutamente respetado.
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Si un padre no desea comprometerse en un acompañamiento haptonómico, es imposible hacerlo sin él, incluso con su acuerdo. En efecto, esto supondría que alguien pudiera acercarse en la “proxíntimidad*” haptonómica a su mujer y a su hijo, reemplazándole de alguna manera y supiera mejor que él lo que es bueno para su mujer y su hijo. Esto no es factible y nos arriesgaríamos a crear un problema que aparecería tarde o temprano en la tríada afectiva, sea entre los adultos, sea entre el niño y uno de los padres, de forma imprevisible, pero muy dañina potencialmente.
Hay que ayudar, en este caso, a la pareja a vivir este rechazo. Sostener al padre en su derecho a rechazar a la vez que se le propone, si él lo desea, una sesión de prueba. Este rechazo reposa, a menudo, sobre ideas falsas y la prueba de la realidad recoloca las cosas en su sitio. Vemos, frecuentemente a padres muy reticentes al inicio, transformarse en seguidores entusiastas.
Cuando no es el caso, la madre debe ser ayudada a renunciar a la haptonomía – por lo menos, para este embarazo, sin juicios negativos sobre su compañero, ni amargura. ¡La buena armonía en la pareja es más importante que la haptonomía!

La tercera persona

Cuando el padre se ha ido definitivamente o si la madre está sola, se invita a ésta a elegir a una persona cercana que compartirá con ella y su hijo el proceso del embarazo y la acogida de éste último.
Sin reemplazar de ninguna forma al padre, siempre presente en el hijo, esta tercera persona (frecuentemente se trata de otra mujer) los ayudará, a ella y a su hijo, durante el embarazo y el nacimiento, con la finalidad de que el acento no sea puesto exclusivamente en la díada madre/hijo.
En efecto, reforzar en exceso la relación a dos sería potencialmente asfixiante para el niño y su madre. El padre o la tercera persona permiten que la relación afectiva fuerte que se desarrolla entre el niño y su madre no sea fusional. Por el contrario, es muy importante que los reencuentros afectivos se continúen entre las sesiones, para que la madre sea ayudada a obtener más confort a pesar de las modificaciones de su silueta.

Todo esto supone la presencia de un tercero, incluso si no es el padre. Un niño tiene siempre necesidad de sentir que hay uno u otros alrededor de su madre.

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